Mermelada de cerezas.

En primer lugar se escogen las cerezas. A ser posible las más maduras.

Se lavan y se les quita el hueso. Una a una. Trabajo laborioso. Se pesan y a la cazuela.

Una vez en la cazuela se le añade el azúcar. Respecto al azúcar hay muchas opiniones, pero yo soy partidario de por cada kilo de cerezas unos 100 ó 125 gramos de azúcar, no hace falta más.

Se deja cocer durante unos cuarenta minutos más o menos a fuego medio tirando a bajo. En la mermelada de cerezas no hace falta añadirle agua.

Una vez cocidas, si no han quedado muy desechas es preferible pasarle un poco la vara.

Comprobar que nos ha salido buena, dejar enfriar y a embotar.

Se coloca la mermelada en botes, se cierran y se ponen una media hora a baño maría. Se deja enfríar y a guardar para cuando queramos una buena mermelada de cerezas.

Monte Oroel.

Partimos del Parador de Oroel. Desde allí una hora entre el bosque en constante subida.

Una veces se empina más y otras es más llevadero.

Collarada desde el bosque.

Después de una hora de subida toca media de crestear por encima del monte. Es la parte más chula a mi gusto.

Constantemente vemos la cruz a la que queremos llegar.

Está muy bien señalado.

Flores que no conozco y me parecen muy bonitas.

Más flores bonitas.

Nos acercamos a la cruz.

Nueve metros de cruz.

El parador, desde donde hemos salido y a donde volveremos, pero visto desde la cima.

Paraje protegido de San Juan de la Peña.

La cresta desde la cruz.

El Pirineo en todo su explendor.

La cruz vista desde el parador. Objetivo conseguido.

El parador de Oroel donde poder comer a gusto después de la excursión.

También se puede elegir la oferta más barata, la del pic-nic.

Àrboles curiosos I.

Árbol que sale de entre las paredes de la ermita de San Esteban en Ayera.

Mismo árbol desde otro punto de vista.

Árbol en cueva, en la orilla del río Vero en Alquézar.

Árbol de entre las rocas, en la piedra mora de Ayera.

Mismo árbol, otra perspectiva.

Árbol solitario en la cresta del Monte Oroel.

Nido de amtralladoras. Castillo de Montearagón.

Muy cerquita de Huesca, a poca distancia de Quicena, y al pie del castillo de Montearagón, está este nido de ametralladoras, que aunque nos traslade a una época que no me gusta, y que esperemos nunca vuelva a pasar, este lugar se conserva en muy buen estado. Nos puede servir para parender lecciones que no tienen que volver a pasar. Su localización es sencilla, ya que al acabar de subir por la carretera en dirección al castillo, al terminar la subida, hay un cartel que indica una senda en dirección a Quicena. En pocos metros, y detrás de un pequeño tozal está el nido de ametralladoras.

Cartel en L'Aínsa.

Cartel curioso y simpático en el Sobrarbe, pero no estaría de más hacer lo mismo sea cual sea el sitio en el que nos encomtremos.